Paúl Rivas
48 años
25 de abril de 1972
La fotografía estuvo siempre en sus venas. Paúl creció entre rollos de fotos y cámaras, la pasión por captar imágenes la heredó de su padre, también fotógrafo. Por ello, era natural que su aspiración fuese convertirse en fotoperiodista, una labor que cumplió durante 20 años, en Diario El Comercio, medio de comunicación ecuatoriano al que le entregó no solo su amor hacia la fotografía y su dedicación, sino múltiples reconocimientos nacionales e internacionales.
Paúl estudió en el Colegio San Gabriel, en Quito. Luego fue a la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE), donde cursó la carrera de Publicidad. No la ejerció, pues su genio estaba en aquello que él denominaba “dibujar con la luz”.
Era sensible, extrovertido, alegre, jovial, solidario, sociable y muy inteligente. Buscaba soluciones, daba apoyo a las personas, tranquilidad a los demás y estaba comprometido con su trabajo. Su sensibilidad con las problemáticas sociales lo llevó a realizar fotorreportajes, para contar historias a través de las imágenes.
En 2013, abordó la problemática de la desaparición de personas en Ecuador. En el fotorreportaje de 10 imágenes: ‘Desaparecidos y tatuados en la piel’, que se publicó en Diario El Comercio, Paúl registró los rostros y la corporalidad de los familiares, se colocó en el lugar de las personas, transmitió la impotencia, el dolor y la frustración de quien no tiene datos de un ser querido, los mismos sentimientos que sintieron hace tres años sus familiares y sus amigos.
Este trabajo le mereció el Premio Nacional de Periodismo Eugenio Espejo, otorgado por la Unión Nacional de Periodistas (UNP); y en dos ocasiones su trabajo le significó la Pluma de Oro que otorgaba el premio Jorge Mantilla Ortega.
Su fotografía del volcán Tungurahua en plena erupción fue catalogada como una de las mejores en América Latina. A esta realidad también se acercó desde el retrato con el fotorreportaje ‘El Volcán es su hogar y no quieren dejarlo’. La migración tampoco escapó de su lente en la obra ‘Los que se van’, donde expuso las condiciones de vida de los ecuatorianos que llegaron a España en busca de trabajo y oportunidades.
Era un fotógrafo persistente implacable. Su trabajo podía llevar meses de preparación hasta llegar a obtener la foto perfecta. Tras las réplicas del terremoto ocurrido en 2016 en Manabí y Esmeraldas viajó a la zona para registrar las primeras horas del acontecimiento. Y cuando en diciembre de 2017 Esmeraldas fue abatida por las réplicas del movimiento telúrico, fue a Tonsupa para evidenciar el trabajo de los pobladores para sacar a flote su localidad.
Toda su vida estuvo articulada al ejercicio de su profesión. Todo momento fue una posibilidad para inmortalizar los segundos dentro de su cámara Canon, su marca favorita. En casa, su madre conserva una inmensa colección de cámaras de fotos antiguas.