Introducción
• Este documento analiza los criterios emitidos por los miembros del Consejo de Regulación y Desarrollo de la Información y Comunicación (CORDICOM), sus variantes, evasiones y, en especial la construcción de opiniones individuales que conforman un discurso común. Este análisis toma como muestra todos los testimonios emitidos desde la creación del CORDICOM por sus representantes, sin embargo, el material no es vasto, ya que si bien existen miembros muy mediáticos como Hernán Reyes, también están otros como Tamara Merizalde, de la que no se encuentran registros. La línea teórica del catedrático estadounidense John B. Thompson servirá para contextualizar la ideología predominante en los discursos, pero serán los conceptos de la socióloga mexicana Silvia Gutierrez Vidrio, que al retomar conceptos del profesor Thompson, nos permitan desentrañar las posturas discursivas.
• Este texto versará en un análisis morfológico, sintáctico e interpretativo sobre temáticas que los miembros del CORDICOM, constantemente son interrogados, o sobre las que buscan aludir en sus discursos, incluso en evasiones o silencios. Las opiniones sobre los medios públicos o privados, sus capacidades de regulación, la noción que ostentan sobre la libertad de expresión, y en especial los criterios que incorporan sobre los supuestos beneficios de la ley de comunicación, serán puntos referenciales. Estas temáticas mostrarán el uso del discurso que pretende legitimar al CORDICOM, y la relación fracturada entre el poder oficial y medios sociales que defienden una postura crítica.
Un discurso aparentemente equilibrado
El discurso que elabora el sociólogo Hernán Reyes para determinar su noción sobre los medios está anclado a condicionamientos que alega sufren los medios privados, como sensacionalismo, intereses creados, roles de poder. Al ser Reyes el más entrevistado de los miembros del CORDICOM señala en más de una ocasión que en “ciertos medios” hay una tendencia recurrente para “espectacularizar” la información, sin distinguir que tipo de emisores son, verbigracia:
“Nosotros ubicamos una tendencia en el trabajo periodístico. En este caso es la tendencia hacia el sensacionalismo o la espectacularización de la noticia, incluyendo a la tragedia. Esta tendencia lamentablemente también se aplica en determinados medios que pueden aparentar o que hacen un periodismo serio”1.
La selección de palabras al señalar “determinados medios” es una variante que muestra el velo del objeto de crítica sin llegar a descubrirlo. Sin embargo, el modo en que caracteriza al periodismo, con la connotación negativa que acentúa el verbo “aparentar”, es un proceso más claro aún del velo en que se maneja el discurso porque no señala, específicamente al actor. Formula una sinécdoque con la palabra medios. En palabras de Thompson este es un proceso de disimulación, e indica al respecto:
“Las relaciones de dominación pueden ser ocultadas, negadas o disimuladas de diversos modos, por ejemplo, describiendo los procesos o acontecimientos sociales en unos términos que pongan de relieve algunos rasgos a expensas de otros”2.
Aunque los miembros del CORDICOM muestren un aparente equilibrio en su postura mediática, todos coinciden al señalar a los medios privados como representantes de intereses económicos, así Paulina Mogrovejo declara que deben propender a la construcción de la democracia y no mirar “solamente a la comunicación como un negocio”3.
Roberto Wohlgemuth es todavía más evidente en la idea de los intereses creados por los medios:
“Parecería ser que ciertos medios no publican sus noticias en función de su público, sino de los intereses de sus dueños”4.
En el mismo sentido, el representante del ejecutivo, Patricio Barriga, define a los medios como poderes fácticos, y es enfático al resaltar su función de contrapoder inconveniente:
“Ahora se han convertido en un poder en sí mismos, donde han extraviado su misión fundamental de informar. En el caso de los medios ecuatorianos vemos quizá a la luz estas relaciones de propiedad, en donde los grupos económicos y políticos controlaron esos medios de comunicación”5.
Las relaciones de poder se mantienen si se apoyan en la legitimación, es decir, el sistema se consolida si se considera justo y digno de apoyo (Weber, 1978); son los discursos el modo persuasivo para legitimarse, pero este proceso se apuntala también al descartar las voces inconvenientes. Es Reyes, quien en las evidentes coincidencias de opinión entre los representantes del CORDICOM, afirma que sectores críticos de la sociedad como Fundamedios, o “60 ciudadanos, que cuando uno revisa los nombres, se da cuenta que representan a los mismo sectores que se han estado oponiéndose a la ley estos últimos 4 años”6, no representan a nadie más que a sus propios intereses. Este es un discurso que fragmenta a la opinión pública, ya que mediante la descalificación de la posibilidad crítica, legitima la ideología dominante del poder. Ya así lo había advertido Thompson: “Otra modalidad a través de la cual puede funcionar la ideología es la fragmentación”7.
Al ser los medios privados el punto focal de la crítica al discurso dominante, todos los representantes del CORDICOM coinciden también en que deben ser regulados como un ejercicio de derecho comunicacional. Paulina Mogrovejo es la que más se pronuncia al respecto:
“Lo más idóneo es regular el derecho a la comunicación y a la información para que sean garantizados todos los derechos fundamentales, a través de la comunicación, lo que significa es que todos y todas podamos expresarnos libremente, buscar, producir e intercambiar producción. Tener el derecho al acceso a la comunicación pública y recibir información veraz y verificada que nos permita tomar decisiones adecuadas acerca de nuestra vida pública, pero también privada”8.
En este texto hay una apelación a la necesidad reguladora de los medios como mecanismo de protección de los derechos fundamentales de los ciudadanos, pero a lo que apunta Mogrovejo al utilizar términos totalitarios es a un proceso que Gutiérrez denomina unificación, y lo explica de esta forma:
“Otra manera de lograr la credibilidad de la esquematización es por medio de la naturalización. Presentar al discurso como afirmaciones que abarcan a un enunciador amplio y no como algo personal le da más credibilidad al discurso”9.
Cuando Mogrovejo dice: “todos y todas” está vinculando al entero conglomerado social dentro de su discurso para validarlo, los unifica. Pero hay una pretensión aún más allá en sus palabras; apuesta a que mediante la regulación se consiga la libertad de expresión, lo que induce a pensar que no existe del todo y solo se producirá en la paradoja de regularla.
Los miembros del CORDICOM asumen la regulación y la Ley de Comunicación como vehículo de libertad de expresión y pluralidad informativa. En esa libertad, sin embargo, su inclinación es notoria cuando, por ejemplo, Reyes declara y defiende que “nadie puede poner en duda el derecho del Gobierno a informar. También tiene derecho a la réplica”10, sin hablar a su vez del mismo derecho que poseen los medios no oficiales. Este proceso de descartar un actor para resaltar a otro es lo que Thompson define como disimulación.
La evasión es repetitiva cuando a Patricio Barriga lo cuestionan sobre la duda de la SIP en materia de compatibilidad de la Ley de Comunicación y la libertad de expresión. Barriga afirma:
“Al ser una de las principales sociedades detractoras de la Ley de Comunicación, creo que esta organización no necesariamente está defendiendo los derechos de los ciudadanos. Está claro que defiende los derechos de las empresas que representan”.11
La respuesta de Barriga apunta a desprestigiar al medio que cuestiona, sin centrarse en el núcleo fundamental de la pregunta. Retomando las definiciones de Thompson, Gutiérrez postula este proceso como encubrimiento, donde las relaciones de poder pueden ser ocultadas, negadas, o bloqueadas describiendo acontecimientos sociales que pongan de relieve algunos rasgos en detrimento de otros. La libertad de expresión es una evasión que no se nombra, pero tácitamente se respalda en la Ley de Comunicación y el desprestigio del cuestionamiento.
La Ley de Comunicación es una constante de referencia para todos los miembros del CORDICOM; se la presenta con todos los supuestos beneficios que acarrea, como posibilita el mejoramiento del periodismo, como un ejercicio real de derechos, y una democratización informativa; pero además como una respuesta inminente a intereses mercantiles, Barriga la avala:
“La Ley Orgánica de Comunicación busca modificar esas relaciones de propiedad y de poder de los medios para que podamos tener una prensa mucho más pluralista. Ha existido una concentración de medios en pocas manos y a la luz de esta nueva Ley se promueve la disolución de esos medios de comunicación, con una producción en beneficio de los ciudadanos”12.
La conformación de este discurso se valida mediante el criterio formulado de lo que la Ley posibilita, así el emisor esconde su verdaderos valores e ideología. Gutiérrez define a este proceso como simulación. Barriga modaliza el discurso para presentar argumentos convincentes, “esto está relacionado con el logro de la credibilidad de la esquematización”13.
Conclusión
Los discursos que emiten los miembros del CORDICOM procuran manejar una prolijidad y equilibrio, pero en realidad su finalidad es la adecuación y aceptación por parte de la audiencia. Su interés principal es la legitimación. Para lograrla emplean mecanismos sintácticos en sus criterios. Afirman que la libertad de expresión finalmente se consigue con la creación de la Ley de Comunicación y el aparecimiento del Consejo del que son miembros, sin embargo, en su validación reproducen un esquema antitético, muestra un sesgo porque se confirman cuando sus opiniones comunes apuntan a un descrédito de los medios privados.
La relación de poder entre las estructuras oficiales (la injerencia de representación del ejecutivo en el CORDICOM es siempre validada por sus miembros; en un archivo de Fundamedios, Barriga incluso afirma que no mostrará imparcialidad), y los medios privados, la sociedad civil crítica es desequilibrada. Su discurso ostenta un prejuicio cuando invisibiliza a los medios privados, o los caracteriza únicamente como defensores de intereses creados. Esconde una parcialización porque, a pesar de que convenientemente, dicen respaldar el debate; desacreditan las opiniones críticas porque las connotan desde la oposición, las minan desde la mirada subjetiva de quienes son emitidas. La posibilidad del disenso de los medios privados es inválida para el CORDICOM porque hay un prejuicio histórico, social, adecuado para consolidar el discurso, el poder oficial.
Notas:
12 ídem.
Bibliografía:
• Fairclugh, Norman. El análisis crítico del discurso y la mercantilización del discurso público. Disponible en:
• Twitter de Paulina Mogrovejo. @pauli_mogrovejo
• Twitter de Roberto Wohlgemuth. @MashiRoberto