Con una trayectoria de 47 años falleció hoy en España, a causa de un cáncer de riñón, uno de los referentes más importantes del periodismo mundial. Experto en política internacional con un énfasis especial en los asuntos de América Latina y el conflicto palestino-israelí, Miguel Ángel Bastenier fue uno de los grandes maestros que formó varias generaciones de periodistas, tanto como profesor de periodismo internacional en la Escuela de Periodismo de Diario El País de España, en donde impartió clases desde 1983, como de la Fundación Nuevo Periodismo Latinoamericano, creada por el Nobel Gabriel García Márquez.
Aunque él se consideraba simplemente un “profesor pues maestro es solo una teoría”, lo cierto es que en sus 30 años de docencia estableció un método de enseñanza alabado por sus alumnos que ponía todo su peso en la práctica y, como él decía, “en la sala de redacción”. Y es que él mismo era un periodista de carrera formado en la acción, aunque también en la teoría: obtuvo en 1961 una licenciatura en Periodismo en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. Posteriormente obtendría dos títulos más: Licenciado en Derecho por la Universidad Central de Barcelona, en 1962, y en Historia por la misma universidad, en 1974.
Bastenier es recordado por su agudo humor y su obsesión con la lengua. Como corrector era implacable y no dudaba en responder con ingeniosas críticas a los trabajos de sus alumnos. Todo ello sustentado en sus años de experiencia como solvente articulista y reportero, y como director y subdirector de varios diarios como Telexprés de Barcelona, El Periódico de Cataluña, y El País, del que fue articulista hasta su fallecimiento.
Conocido era también por sus máximas y sentencias, como aquella que se popularizó en redes sociales: “Solo hay dos tipos de periodistas: los rápidos y los que no son periodistas”, siendo que con 172 mil seguidores en Twitter, llegó a ser una de las estrellas periodísticas de habla hispana de dicha red social, y el más popular de diario El País en el mismo medio.
Ello no sorprende, pues se trata de uno de los periodistas “analógicos” que logró adaptarse exitosamente al espacio 2.0. De hecho, fue uno de los primeros en reconocer la importancia del periodismo digital y los nuevos medios, aunque consideraba que “el periodismo sigue siendo de todas maneras el mismo, la técnica cambia, claro que cambia, se amplían los resortes, los instrumentos, la mecánica de cómo conseguimos las cosas; pero el objetivo sigue siendo el mismo”.
Dichas palabras las expresó durante una entrevista realizada por Rayuela Radio a propósito de su visita al Ecuador en septiembre del año pasado por invitación de FUNDAMEDIOS, en donde realizó dos charlas magistrales en Quito y Guayaquil, en las cuales justamente uno de los temas tratados fue el periodismo digital y la esfera del Internet, lo cual fue una de sus preocupaciones en los últimos años. También se refirió a la realidad actual de América Latina y la situación de la libertad de expresión, de la que se declaró partidario en su máxima expresión posible.
Y es que para el periodista, no es posible tener un escenario de libertad de expresión al 100%, “porque nunca ha sido al 100% en ninguna parte, pero puede ser en un porcentaje muy alto. Puede ser perfectamente utilizable desde cualquier punto de vista y puede ser de baja calidad, así como la objetividad que en el periodismo no existe porque el periodismo es perfección y la perfección es subjetiva”.
El autor de varios libros sobre el conflicto árabe-israelí y de manuales de periodismo, dejó un legado en España y América Latina que se traduce en diversos artículos y reporterías, pero también en ideas que plasmó tanto en sus clases como en sus artículos y charlas, como aquella de que los reporteros latinoamericanos debían quitarse el “chip colonial” reflejado en esa necesidad de “ponerse la corbata para escribir”.
Sus reflexiones acerca del espacio virtual y el periodismo también quedan como lecciones culturales contemporáneas: “Si internet nos separa de tocar seres humanos, estamos perdidos. Si internet es para saber a qué seres humanos hemos de tocar, qué cosas hemos de preguntar, qué datos incorporemos a la historia, está bien. Pero si internet -y el peligro existe- debilita nuestro contacto con la humanidad, nuestra tarea física, nuestro investigar a personas y cosas que ocurren en la realidad, (es) malo”.