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La justicia correísta sigue vigente y criminalizando la libertad de expresión

Jun 28, 2019 | Comunicados

Este 27 de junio de 2019 se ha dado un severo golpe a la posibilidad de ejercer plenamente la libertad de expresar críticas, desacuerdos contra funcionarios públicos, incluso si éstas son injustas o excesivas, tal como dictan los estándares internacionales de protección a la libertad de expresión. 

En la fecha antes señalada, un Tribunal de Alzada de la Corte Provincial de Pichincha integrado por los jueces Patlova Guerra Guerra, Paulina Grijalva Chacón y Henry Cáliz Ramos, dictaron una resolución que constituye un atentado al derecho a la libertad de expresión, pues el Tribunal establece que decir en un lugar público, en voz alta: “mira a un correísta blanqueado” constituye una ofensa, una provocación de tal magnitud, que justifica represalias y agresiones, ante las cuales, un ciudadano, además, debe permanecer inactivo, con los brazos abajo y dejándose someter. Tal como sucedió durante el Régimen autoritario y violador de Derechos Humanos de Rafael Correa, cuando desde la misma caravana presidencial se ordenaba apresar a ciudadanos que se atrevían a hacer algún gesto que el Caudillo consideraba ofensivo.

Lamentablemente en el Ecuador de “las libertades y los derechos”, el mismo espíritu de control y castigo sigue vigente; especialmente en las cortes de justicia, donde en lugar de proteger a los ciudadanos o a las víctimas de violaciones a los Derechos Humanos, se los condena por ejercer el justo derecho a la crítica. 

En mi caso, debo dejar establecido con absoluta claridad los hechos: El día 6 de julio, ingresé al Supermaxi con mi esposa para hacer unas compras. Vi que en una caja estaba Jorge Jurado, uno de los más conspicuos funcionarios del Régimen de Correa, un sujeto que se daba el lujo de perseguir a exiliados ecuatorianos en la República Checa y que, en su calidad de Embajador de Correa en Alemania, acudía a foros dónde críticos al Régimen presentaban sus casos (Yasunidos, por ejemplo) para descalificarlos a viva voz. 

Comenté a mi esposa, en voz alta: “mira ahí está un correísta blanqueado” y seguí mi camino. Acto seguido, Jorge Jurado se abalanzó encima mío y de mi esposa con todo el peso de su humanidad y nos increpó con gritos e insultos, que para mí, eran inentendibles. 

De una vez por todas, debemos establecer que el agredido fui yo. Jurado se abalanzó encima mío y para ello sorteó unos cinco metros que nos separaban, con toda agilidad. De ninguna forma, la supuesta discapacidad que tiene le impidió moverse de esa manera. Cuando logré ver esto, regresé y lo enfrenté. Forcejeamos, me pecheó y yo simplemente puse las manos en frente para repeler la agresión y el funcionario se tumbó al suelo. Es claro que yo nunca tuve el ánimo de provocar su caída, solo quería separarlo de mí y de mi esposa. Obviamente, lamento que el voluminoso señor Jurado haya caído y se haya golpeado levemente, pero esto fue consecuencia de su propia actitud agresiva al haberse abalanzado encima mío. 

Estos hechos, que serían una anécdota sin importancia, por obra y gracias de los jueces que han conocido el caso, se ha convertido en un terrible precedente y en un mensaje contra la libertad de expresión. Luego de sufrir este largo, penoso y surrealista proceso, me queda claro que la justicia correísta está plenamente vigente y que los jueces que me juzgan nunca me van a perdonar la “ofensa” de llamar a un funcionario reciclado “correísta blanqueado”, es decir un correísta en fase de hipocresía total solo para conservar un puesto y sus privilegios. 

Que se trata de un castigo a la expresión y no a una supuesta agresión, inexistente de mi parte, se demuestra cuando en las sentencias, se busca obligarme a “pedir disculpas a través de un medio de circulación nacional”, medida que solo cabría si fuera un proceso en un juicio por un delito contra el honor. Con esta medida abusiva y absurda queda expuesto que estamos ante un caso de libertad de expresión, en toda regla. 

Estoy convencido de que si hubiera dicho “ahí está un correísta corrupto” o “correísta ladrón”, este caso no habría prosperado. Sin embargo, al haber señalado con el dedo la hipocresía del sistema, se me condena de una forma absurda y delirante. 

En todo caso, los jueces y la justicia correísta plenamente vigente y dispuesta a fallar contra la libertad de expresión de los ciudadanos, debe saber que estoy dispuesto a dar todas las batallas  y acudir a todas las instancias legales para proteger el derecho a expresarse libremente, porque no me van a callar jamás, como nunca pudieron hacer durante los 10 años en que gobernó su Caudillo de forma autoritaria y violenta.

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