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Cambio de reglas en el intercambio de mensajes: apuntes a propósito de las elecciones de febrero de 2014

Feb 24, 2014 | Informes

Lo que sucedió el domingo 23 de febrero debería implicar una reconsideración en la forma en la que el Gobierno comunica su mensaje. Teniendo en mente el énfasis que éste le da a la propaganda, por seguro tomará, siempre desde su peculiar enfoque, los correctivos que crea necesarios, aunque en esencia los principios se mantengan: una guerra mediática en contra de los “enemigos” del “proyecto”. Más allá de eso, la elección ofrece otros materiales a ser examinados desde el punto de vista de la comunicación. Aquí algunos hallazgos.

  • Las nuevas plataformas de interacción social no sólo intensifican la inmediatez y la aceleración de las percepciones, sino que también promueven estados emocionales de carácter global. ¿A qué me refiero? El intelectual canadiense Michael Ignatieff ha señalado que en estos tiempos, como en ninguna otra fase de la historia de la humanidad, sentimos como propios el dolor y la angustia de sociedades y personas de las que estamos separados al nivel espacial. Ejemplos emblemáticos de este fenómeno fueron la muerte de la princesa Diana o el pesar que millones sintieron ante los eventos del 11 de septiembre de 2001. Las referidas elecciones seccionales tuvieron un trasfondo similar: las cruentas imágenes que llegaban de una Venezuela agitada por una batalla en las calles y los explosivos sucesos en Ucrania.

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   Protestas en Venezuela (tomado de globalvoicesonline.org)

  • En Internet las imágenes de gente protestando en las calles de Kiev y Caracas  se intercalaban vertiginosamente con las de una campaña en la que el oficialismo actuó con su característica agresividad (de la campaña sucia de anónima autoría, mejor ni hablar). Las redes sociales tienen un gran componente emocional que moldeó esas secuencias, en muros de Facebook y “timelines” de Twitter,  al punto de ofrecer un retrato unificado del autoritarismo, la opresión, el silencio impuesto y la violencia mediática. Lo local y lo global, el tiempo y el espacio, confluyeron en un mismo aquí y ahora, un solo clamor y una idéntica necesidad por hacer algo al respecto: a la tiranía, la represión y los afanes dictatoriales hay que enfrentarlos. Esta dinámica sobre todo resonó, en el emblemático caso de Quito, en una sociedad que ya venía acumulando ciertos malestares. No soy de los que ponen a los medios de comunicación o a la red social de moda como la principal explicación de todo,  tal si fueran dioses que operan desde una dimensión mágica de la realidad, sino como catalizadores de expectativas sociales. Y esto nos lleva al siguiente punto.
  • Hay un refrán en inglés que traducido al español equivale a “Si uno es un martillo, termina por ver todo como un clavo”.  En un análisis previo indicaba que la elección para ganar la alcaldía de Quito, de no favorecer al candidato oficial Augusto Barrera, mostraría un desgaste en la efectividad de la maquinaria propagandística revolucionaria.  Es factible que en los círculos en los que se diseñan las campañas de guerra mediática alguien haya tenido la sensatez de sugerir un menor intervencionismo de la figura presidencial en la campaña de Barrera. Prueba de eso serían las cartas de Rafael Correa a Quito.
  • No obstante,  pudo pasar que las jerarquías, el sentido de autosuficiencia, la cortesana obsecuencia y el orgullo cebado durante estos años fueran determinantes, y se optara por una solución que sea más de lo mismo: diatribas, violencia verbal, monólogo, y show al que ya le queda casi nada de espontanea participación ciudadana. La reacción de la mayoría, que se venía rastreando en las encuestas, creció. Si bien fue un desacierto que el Presidente haga su enlace ciudadano el sábado inmediatamente anterior a la elección, a pesar de que el titular del Consejo Nacional  le “exhortará” a no hacerlo, desde el punto de vista de un experimento social, aquello demostró que el modelo de propaganda sufre de un declive en su efectividad en una ciudad clave en el tablero político, una que ha sido la artífice del fin de regímenes abusivos.
  • Se puede definir la comunicación de muchas maneras. Una forma de hacerlo, que me parece útil, es plantear que la comunicación es la punta del iceberg de una organización, es decir es el aspecto más visible de un grupo de gente que tiene unas funciones, relaciones entre sí y objetivos comunes. El movimiento Alianza País, y quienes mentalizan sus campañas de propaganda, son una organización  cuyo tejido interno es indisociable de la defensa de un mensaje, de una “imagen”. En la administración Correa nada se libra del monitoreo, no solo con fines de lograr eficiencia, sino de convertir la información recabada en mensajes, a través de las industrias culturales oficiales. Las sabatinas son un buen ejemplo de eso, pues demuestran que se ha montado una red de reportería -¿inteligencia?- gubernamental que da cuenta y visibiliza todo lo que se quiere mostrar (porque las telenovelas internas del poder, con sus dramas e intrigas, no son televisadas).
  • Esta organización funciona como un equipo de fútbol que es una maquinaria para favorecer a un solo jugador, en este caso el Presidente. El problema radica en que  Rafael Correa pareciera no ser un ‘jugador’ -un comunicador- muy versátil. Ya poco le queda de la etiqueta académica que quizás tuvo en su momento. Su estilo es lo que es: virulento, frontal, fogoso y no tiende al diálogo. Reformar la organización, su comunicación, debería implicar también cambios profundos en quien lleva la batuta. Y aquí es donde aparecen otros dilemas, pues estos años de Revolución Ciudadana se han caracterizado por haber moldeado leyes, instituciones y medios a imagen y semejanza de Rafael Correa (para leer una ponencia de Julio Echeverría acerca del híper-presidencialismo y la erosión de las instituciones democráticas en los países del ALBA, haz clic aquí) .  Tomar otra dirección tal vez no sea una alternativa para una organización que se debe a un jefe que ya lleva algunas re-elecciones. ¿El lector asocia esta situación con la frase de Luis XIV “el Estado soy yo”?
  • Finalmente, la elección de febrero de 2014, en la que Alianza País  también perdió el control de varias ciudades claves, puso sobre la mesa la necesidad social de que cambien las reglas de los intercambios al nivel de la comunicación entre los ciudadanos y su principal representante. En teoría los habitantes de una ciudad deben tener un representante, un mediador que dialogue con el poder central.  Sin embargo, en los hechos concretos, durante la elección,  la propaganda oficial, encabezada por la figura del Presidente, terminó por devorar la imagen de Augusto Barrera. Una mayoría sentía que no tenía representante frente a un líder que comienza a percibirse como alguien que no se mide y monopoliza todo. En estas circunstancias, el voto de los electores se convirtió literalmente en una carta enviada, no a Augusto Barrera, sino directamente al Presidente con un mensaje: queremos respeto, estamos cansados del monólogo y la violencia propagandística.
  • El mensaje llegó y  en el proceso Rodas fue elegido no sólo alcalde de Quito, sino también como el nuevo interlocutor que se espera genere un diálogo, que la propaganda oficial se ha encargado de aplastar en los últimos años. Se puede ser optimista y pensar que las cosas van a cambiar por el bien de la democracia y la libertad de expresión. Pero, si ese no es el caso, es de esperar que el Gobierno reformulará formalmente su estrategia de  propaganda, manteniendo intactos los principios esenciales de la confrontación, uno de cuyos discursos consiste en acusar a los demás –partidocracia, poderes fácticos, periodistas, colaboradores ineptos, etc.- de los males que asolan al país.

Por Christian Oquendo

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