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La voz de un maestro que caló hondo en el periodismo deportivo ecuatoriano

Sep 27, 2011 | Informes

Oscar Iván Lasso tenía ocho años cuando descubrió que el relato deportivo era lo suyo. Desde niño solía simular partidos y jugadas estratégicas con soldaditos de goma y una improvisada pelota hecha a partir de chicle y restos de basura. Pero esos partidos simulados tenían una peculiaridad; siempre iban acompañados de la radio como fondo, de la voz de Carlos Efraín Machado, su hermano mayor, narrando algún cotejo futbolero.

“Él fue el culpable directo de que me guste esta profesión. Cuando escuchaba a Carlos Efraín me emocionaba tanto que aprendí mucho de él; fue mi maestro, mi escuela, mi colegio y universidad”, confiesa Oscar Iván con una sonrisa nostálgica.

Carlos Efraín Machado dedicó casi toda su vida al fútbol, al principio, como jugador profesional en los equipos Atahualpa y España, y más tarde, como relator deportivo, profesión en la que laboró durante algo más de cuatro décadas.

Pese a que sus inicios como relator se dieron en 1965, cuando renunció como jugador y estrenó su programa Mundo Deportivo en radio Tarqui, los síntomas de su pasión por el balón aparecieron desde que era niño.

Entre las anécdotas familiares, Oscar Iván cuenta que su hermano solía tomar un foco y una media como micrófono para cantar goles imaginarios y que la abuela de su madre, con quien vivió durante su niñez, le decía: “Tu hijo va a perder la cabeza, se está volviendo loco”, al ver que el niño hablaba solo.

De los micrófonos simulados a los reales, Carlos Efraín supo ganarse el afecto de la gente, tanto que sus oyentes de cariño lo llamaban ‘el maestro del fútbol’.

“Cuando el Carlos relataba hacía estremecer. Describía por dónde y hacia dónde iba la pelota; decía a sus oyentes que se preparen porque ya venía el gol y segundos después, llegaba ese gol… Él tenía fe en lo que decía”, cuenta Oscar Iván.

Carlos Efraín laboró durante 10 años en radio Tarqui, hasta que en 1967 logró comprar la radio Nueva Emisora Central. Desde ese año, hasta el 2006 -cuando decidió retirarse de los micrófonos por problemas de salud- no se separó de sus oyentes que, a decir de sus allegados, se enamoraron de su espontaneidad.

Con el lenguaje del pueblo

Tarcisio Romero, quien dio sus primeros pasos en el relato deportivo de la mano de Carlos Efraín y fue uno de sus más cercanos colaboradores, comenta que “el Maestro” caló hondo entre la gente porque las cosas las hacía con naturalidad, con un lenguaje que a los radioescuchas les gustaba.

Para Romero, Carlos Efraín fue un hombre único y con mucho sentimiento. “No solo fue uno de los mejores relatores deportivos del país, sino que, como jefe, supo ganarse el aprecio y el respeto de quienes colaboraron con él. Predicó con el ejemplo; si había que hacer algo, se ponía a la cabeza de todos y durante las transmisiones era el primero en llegar y el último en salir”, recuerda el periodista, para quien el apelativo de Maestro se debe a la manera cómo enseñaba y trabajaba.

La nueva Emisora Central se convirtió en la trinchera de Carlos Efraín, a través de la cual alentaba a los equipos y a su favorita: la Tricolor, que le brindó su mayor alegría cuando el 7 de noviembre del 2001 logró su primera clasificación a una Copa Mundial de Korea-Japón 2002, con un gol de Agustín Delgado.
Carlos Efraín  fue un hincha confeso del Aucas, el club de sus amores y al que siguió con igual profesionalismo con el que acompañó al resto de equipos, siempre bajo la consigna de eliminar el regionalismo por el bien del fútbol ecuatoriano.

Siempre con el “Papá Aucas”

Jaime Pérez, actual dirigente del Aucas y ex presidente de la Asociación de Fútbol no Amateur de Pichincha AFNA, recuerda a Carlos Efraín como un buen auquista, una persona muy centrada, de un trato cordial y de broma muy fina. “Con los dirigentes no fue nada adulador, sino más bien crítico cuando tuvo que serlo. Fue un  gran ejemplo y un pilar importante en el desarrollo del fútbol ecuatoriano”, agrega Pérez.

De su parte, Fabián Pazmiño, futbolista que formó parte del Club El Nacional durante 17 años, comenta que Carlos fue un periodista imparcial que ayudaba mucho a los jugadores. Sin embargo, por lo que más lo recuerda es porque era un campeón para poner apodos. “Con su chispa decía cosas agradables y daba gusto ir a las entrevistas en su emisora”.

Pazmiño cuenta que Carlos Efraín le apodó “guambra quiteño” alguna vez que lo entrevistó a su llegada al aeropuerto de Quito, tras un cotejo contra el Barcelona “Ese es un recuerdo que he guardado toda mi vida”, comenta el futbolista ya retirado.

Entre bromas y anécdotas, Oscar Iván menciona otros apodos de autoría de su hermano como: “el cañonazo nutritivo del año”, dedicado al jugador Patricio Peñaherrera por la fuerza que tenían sus saques;  el de “Camión Correa”, para Fausto Correa, o el apodo de “El Titicaca”, que puso a uno de sus colaboradores porque se vestía con poncho y gorro andino.

“Tenía el chiste en la cabeza”, dice Oscar Iván, quien cree que todos esos recuerdos los llevará por siempre en su corazón, entre ellos, sus primeros viajes por los campeonatos nacionales; los dos mundiales de fútbol que fueron juntos y que tuvo la suerte de narrarlos junto a su hermano, pese a los 20 años de diferencia que los separaba y sus ocurrencias que sacaban más de una carcajada.

Por todo ello, el nombre de Carlos Efraín Machado no pasa desapercibido en el mundo del fútbol ecuatoriano y entre sus más fieles oyentes, los mismos  que, a pesar de ver el partido por televisión o ir al estadio, nunca dejaron de sintonizar la Nueva Emisora Central para escuchar su voz.

Seguramente, ellos tampoco olvidarán sus mensajes positivos y las clásicas frases “Gracias fútbol, gracias bendita pelota”, “toquen muchachos, toquen que yo bailo”, “Negro lindo, negro de oro”.

“Un ícono de la narración deportiva”

Fabián Gallardo, reconocido periodista deportivo ecuatoriano, relata que Carlos Efraín Machado fue un relator único, con su propio estilo, que atrapaba con su narración emocionada a las masas.

“Tenía un imán en su voz, quizá no era de las mejores pero el oyente se enganchaba por su relato chispeante, por la vivacidad, por las ocurrencias que lo hicieron uno de los preferidos (…) un ícono de la narración deportiva ecuatoriana. Ahí radica el encanto”, comenta.

A quienes trabajaron con Carlos Efraín Machado siempre les decía que el narrador tiene que meterse en el partido y que tiene que hacerlo como si estuviera en el campo de juego. “Ese fue su secreto para tener éxito y durante tantos años ser la voz número uno en el relato ecuatoriano”.

Transmisiones como el debut de Alex Aguinaga en México; los goles del Tin Delgado cuando Ecuador venció a Perú en Lima; el gol de Polo Carrera, donde lo comparó como un arquitecto recién graduado, entre muchas otras frases, son parte de la goleoteca que dejó “El Maestro”, como herencia a quienes tomaron como profesión el relato deportivo.

No obstante, su mayor legado lo dejó mediante su programa Mundo Deportivo que para muchos fue como un aula universitaria. “Aprendimos tantas cosas, sobre todo la honestidad, la perseverancia, la puntualidad y el respeto al oyente, atributos que adornaron la personalidad de Carlos Efraín Machado”, dice Fabián Gallardo, quien trabajó 14 años en Nueva Emisora Central.

Carlos Efraín Machado no solo fue un ejemplo en lo profesional sino en lo humano. Se trata de una persona que durante su niñez y juventud tuvo muchas carencias pero junto a su madre y hermanos superó todas las adversidades. “Carlos fue un hombre humilde, no le gustaba la fama, de su radio hizo una ventana abierta para que la gente humilde se exprese”, concluyó Gallardo.

Por Verónica Larrea 

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